Hace muchos años en un pequeño país llamado Siripi fabricaban las mejores golosinas del mundo. En ese país había una familia muy desafortunada, que la integraban un niño llamado Tomás y una niña llamada Lorena. Un día Lorena después de salir de la escuela fue a comprar con parte de sus ahorros unas golosinas como solía hacer cada semana. Lorena compró las que más le gustaban: piruletas y cintas de regaliz. Ese día, después que Lorena hubiera comprado las golosinas, el dependiente de la tienda le ofreció empleo en la tienda, por un momento Lorena lo miró extrañada, pero pensó cómo iba económicamente su familia y aceptó el empleo. Así que cada día después de acabar la escuela iba unas horas a trabajar para la tienda de golosinas.
Ese día el jefe del establecimiento le invitó a cenar carne a la brasa en su lujosa barbacoa. Al llegar a su casa, sus padres le preguntaron donde había ido y por qué había llegado tan tarde. Ella contestó:
—A jugar con las amigas
—Muy bien -contestaron sus padres.
La niña, una vez acabado el mes, cobró su sueldo y se lo entregó a su familia para que pudieran pagar sus deudas y préstamos bancarios.
A Tomás también le paso una cosa inesperada. Al salir de la escuela, un cantante le oyó cantar y también le ofreció que le ayudara a componer sus propias canciones, el chaval, sin pensarlo, aceptó alegremente.
Cada día la familia de Tomás y Lorena tenían más dinero e iban pagando todas sus deudas, y se iban enriqueciendo, hasta que un día se volvieron ricos. La familia que siempre había sido la más marginada y la más pobre del país ganó gran importancia.
Entonces, como la familia conocía lo que supone estar necesitado y era muy generosa, ayudó a mucha gente necesitada, convirtiendo al país en una de las mayores potencias del mundo industrial.
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