
Un día el conejo gris, llamado Luigi, que era el herrero de la armada real, visitó el palacio para avisar a la reina de que las tropas de don Toad el gato se acercaban rápidamente e iban arrasando las tierras de los súbditos de la reina. La reina le pidió a don Juan el pato que comprobara lo que le había dicho Luigi y, en efecto, todo era cierto.
La reina preparó un plan en el que tenía que citar a don Toad el gato para poder dialogar antes de entrar en guerra, ya que a la reina no le gustaba ni un poquito el tema de la guerra. Luigi le hizo llegar a don Toad el gato la carta de la citación y don Toad aceptó gratamente.
La reina de corazones y don Toad el gato dialogaron durante horas y horas. Empezaron a las nueve de la mañana y terminaron a las siete de la tarde, Luigi y don Juan estaban de los nervios, no podían esperar tanto tiempo. Al fin la reina salió y justo detrás de ella don Toad el gato; éste salía con una gran sonrisa en la boca y la reina también parecía contenta. Cuando llegaron a palacio don Juan y Luigi ya no pudieron contener sus preguntas y a la reina se le escaparon algunas risitas. Al fin la reina aclaró lo que había sucedido en dicho encuentro: por lo visto a don Toad el gato se le habían rebelado sus militares y ahora necesitaba refugiarse en su país, el único refugio que creía seguro. Los ataques se debían a que sus hombres de confianza estaban un poco nerviosos y habían pagado su rabia con los pueblos de alrededor. Luigi acogió gratamente a don Toad y sus hombres se alojaron en la posada del pueblo.
La reina y don Toad hicieron muy buenas migas y Luigi consiguió finalmente que la reina acogiera a don Toad en Palacio, ya que en su casa no tenía suficientes camas.
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