PROPUESTA DE CUENTO (ESTILO RODARI)

En esta ocasión, después de explicarles un cuento, hacemos una lista de algunos cuentos infantiles que recuerdan, de los que extraemos palabras significativas: bruja, cangrejo, flauta, ratón, golosinas, jaula... Les propongo a continuación que escojan cuatro palabras e inventen un cuento como trabajo de expresión escrita.

domingo, 21 de marzo de 2010

UN VIAJE A UN NUEVO MUNDO de Silvia

Justo en el centro del prado, se encontraba la pequeña casita donde vivía nuestra protagonista, Anabel.

 Después de una larga y deliciosa cena, Anabel se lavó los dientes y se metió en la cama para descansar. Eran exactamente la una y media de la madrugada, cuando Anabel oyó un ruido que la despertó. Abrió los ojos y vio una pequeña rata que atravesaba el espejo de su habitación. No lo podía creer, se froto varias veces los ojos, se levantó y miró más de cerca su espejo. No sabía qué hacer. Decidió comprobarlo. Primero paso un dedo, luego la mano, el brazo… hasta pasar, completamente, al otro lado.

 ¡Qué extraño era todo! Los hombres vestían falda y pelo largo, las mujeres vestían pantalón y pelo corto, la gente se sentaba en las mesas y comía en las sillas, los gatos se bañaban en el lago mientras los perros perseguían ratones… En ese instante un niño se acercó y le dijo:

- Buenos días señorita. ¿Le apetece algo?

- No, gracias.

- Perdone el atrevimiento, pero usted no es de por aquí, ¿verdad?

- No, yo soy de un pueblecito cerca de Londres.

- ¿Londres?, no me suena. Y bien, ¿Qué le trae por aquí?

- Pues verás…

Antes de que Anabel pudiera terminar su frase, se oyó un ruido estremecedor que hizo temblar todos los árboles al mismo tiempo. En ese preciso instante la gente de los alrededores comenzó a esconderse en sus casas y el niño, cogió a Anabel por el brazo y la llevó a su casa. Desde las ventanas podía verse una mujer con una enorme corona en forma de corazón, un vestido rojo y negro y un bastón tan alto como un pino. Se hacía llamar Reina de Corazones.  

El niño le explicó a Anabel que era una reina que había reinado durante las últimas dos décadas y les había echado un maleficio que sólo un ser humano de otro país con el corazón puro podría romper y, así, reinar su país para siempre. Anabel le comentó que podría traer a su hermano mayor, ya que era el ser humano con el corazón más puro que ella conocía. Pero eso era imposible, porque el portal de su espejo se había cerrado. Ahora tenía dos problemas: el primero -y más importante- era que no sabía como podría regresar; y el segundo, que se veía con la obligación de ayudar a aquella pobre gente para liberarla de su terrible maleficio. Anabel no sabía que hacer, pero el niño, que se llamaba Antón, le explicó que para romper el maleficio debía ir hasta el palacio de la reina, cogerle la corona y ponérsela para vencerla y convertirse en la nueva reina.

Una vez la malvada reina ya había cogido las pocas pertenencias que tenía aquella gente y se había marchado, Anabel y Antón planificaron, con todo detalle, el viaje hasta palacio.

A la mañana siguiente se levantaron temprano, cogieron provisiones y salieron de casa dirección al palacio.

Cuando ya llevaban un buen rato andando, se pararon para almorzar algunos de los alimentos que Anabel llevaba en la cesta, bajo la sombra de una enorme roca. Después de un apetitoso desayuno se levantaron para ponerse, cuanto antes, en camino. Pero entonces se oyó:

- ¡Auh!-.

- ¿Que habrá sido eso?- preguntó Anabel.

- ¡Aquí, aquí abajo!- se volvió a oír.

Entonces Antón se dio cuenta de que al lado del pié de Anabel había un pequeño cangrejito con la pata atrapada debajo del pie. Antón lo cogió y se lo puso en la mano.

- Vaya, lo siento señor cangrejo -se disculpó Anabel-. No me puedo creer que esté hablando con un cangrejo, esto es imposible.

- No, tranquila, yo no soy un cangrejo. En realidad soy un ser humano como tú, de hecho yo era el antiguo rey de este país, pero la malvada reina me echó un maleficio convirtiéndome en un cangrejo y apoderándose de mi trono-.

- ¿De verdad? Nosotros nos dirigimos al palacio de la reina para recuperar el la paz de nuestro país - le explicó Antón-. ¿Por qué no nos acompaña?.

- Por supuesto, sería un honor. A propósito, me llamo Charles, mucho gusto.

Después de este encuentro se pusieron en marcha y recorrieron todo el bosque durante tres largas y frías noches hasta llegar al palacio. Junto a la puerta, dos guardias que parecían orangutanes de metal, vigilaban que no entrase nadie. Entonces a Charles se le ocurrió una idea:

- Mis queridos amigos, como habréis podido observar, esos dos vigilantes son unos simples robots y, como yo soy pequeño, podría ir e intentar desconectarlos sin que me viesen.

A todos les pareció buena idea y de esta manera, Charles se puso detrás suyo, busco durante unos segundos el cable para desconectarlos, trepó por sus espaldas y cortó los cables dejándolos completamente muertos. Ahora ya tenían vía libre.
Nada más entrar, tuvieron que esquivar diferentes trampas hasta llegar a la habitación donde la reina estaba durmiendo.

Anabel se acercó sigilosamente a la repisa donde se encontraba la corona y, justo cuando estaba apunto de agarrarla, notó una extraña presencia detrás de ella. Era la reina. Anabel estaba acorralada, no tenía salida.
Antes de que la reina tuviese tiempo de herir a Anabel, Antón cogió a Charles y lo lanzó lo más fuerte que pudo contra la reina. Charles abrió sus pinzas y…

- ¡Auh! ¡Pagarás por lo que has hecho! -gritó la reina enfurecida.

- ¡Toma Charles! -dijo Anabel mientras le lanzaba la corona.

Y entonces, en el segundo en que la corona tocó la cabeza de Charles, se rompió el maleficio. Charles se convirtió en ser humano y se proclamó rey para siempre más. Los niños volvieron a vestir pantalones y pelo corto, las niñas falda y pelo largo (las que querían). La gente volvió a ser feliz y a vivir en paz.

Por lo que respecta a Anabel, se le abrió el portal y, después de despedirse de todos, volvió a su habitación y se metió en la cama antes de que su madre se diese cuenta de nada.

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