En una noche fría y tenebrosa se encontraba al final del bosque un oscuro y negro castillo donde habitaba el buey Gastón, el rey de las golosinas, alrededor de esos árboles agitándose arriba y abajo a causa del viento. El bosque desprendía un intenso olor a dulces y el olfato de un grande e inmenso lobo avisó al resto de los animales del bosque.
Entonces planearon sabotear el castillo, todos reunidos en el camino empezaron a decir:
— ¡Golosinas, golosinas, piruletas, pastelitos, le le le!!
Y al llegar a la gigantesca puerta del castillo vieron a dos enormes perros a los que tuvieron que chantajear para poder entrar. Al abrir esa portezuela se quedaron con los ojos en blanco al contemplar la gran cantidad de todo tipo de caramelos. Comieron hasta reventar, tanto que no se podían ni mover, entonces apareció El buey Gastón y les dijo que se lo tenían bien merecido ya que habían abusado de su hospitalidad y habían entrado sin avisar.
Ayudado por sur sirvientes, los trasladó hasta las mazmorras donde pasarían el resto de sus días.
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