Había una vez en un pueblo llamado La Ramita, un chiquillo muy espabilado que vivía con sus padres. Éste se llamaba Juan. Fue creciendo año tras año y cada vez más la gente le decía que era un manitas y que tenía una cabeza muy bien amueblada. Un día Juan iba caminando hacia la plaza del pueblo, cuando de repente vio una cosa redonda que brillaba. Se acercó y vio que era una moneda de 25 pesetas. Juan enseguida pensó en qué se la podía gastar y cambiando de rumbo se dirigió a la tienda de golosinas. Estaba seguro que a su madre no le gustaría nada que comiera esas golosinas, pues llevaba hierros en la boca. Pero sin pensárselo más, se fue a comprar unas cuantas. Al salir de la tienda pensó que su madre se daría cuenta al llegar a casa, pero él tan listo y espabilado que se inventaría un par de mentiras. Pero su madre que era todavía más lista, lo descubrió muy rápidamente, al encontrar un papel de caramelo en su bolsillo y le castigo sin paga durante unos meses. Una fatalidad, ya que Juan estaba ahorrando para comprarse una flauta. Desde ese día Juan no ha vuelto a mentir a su madre nunca más.
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